Tratamos de vivir lo mejor posible, al igual que tratamos de jugar al fútbol. Pero no siempre estamos a la altura de nuestras expectativas. Por eso, como en la vida, en el fútbol siempre hay revancha. Quizás lo importante sea seguir intentando. Es por ello que tengo la incansable necesidad de ver a la vida como el fútbol. Con sus alegrías y sus tristezas, con sus amigos y sus enemigos, sus compañías y sus soledades, con su amor y su desamor, con la paz y la violencia, con el temor y la valentía; con la fe, con la esperanza, con sus errores y sus virtudes. Pero por sobre todas las cosas, con los ojos llenos de palabras, como alguna vez me dijo Ariel Scher; a él también va dedicado este libro.